miércoles, marzo 14, 2007

Por tierras fronterizas de Guadalajara y Soria.

Un sábado, que era 10 de marzo de 2007, ya cercana la primavera y con un día soleado, los dos Argantonios y nuestro amigo Juan Diego, que esperemos que repita más veces con nosotros estas escapadas y se convierta en otro Argantonio, emprendimos viaje a estas tierras, por suerte no muy lejanas a nuestro lugar de origen, lo cual es una ventaja para poder disfrutar más a menudo de la sensación de viajar al pasado, a unas tierras donde parece que el tiempo se ha detenido y donde aún quedan kilómetros y kilómetros de monte y páramo, con alguna torre medieval de vigía en el horizonte o algún castillo herencia de aquellos tiempos al borde del camino.















Castillo de la Torresaviñán, junto a la N-II, al otro lado del desvío a Pelegrina y Sigüenza




La ruta que elegimos en esta ocasión, nos hizo disfrutar, de nuevo, de lugares ya visitados en más de una ocasión (cosa de lo que uno nunca se hastía) y de lugares que aún no conocíamos, pero que figuraban en nuestra agenda argantoniana como cuenta pendiente en nuestras excursiones. Nuestro recorrido fue hecho primeramente por completo y sin apenas paradas desde el inicio hasta el final, salvo en el mirador de Pelegrina, construido en honor a Félix Rodríguez de la Fuente, en el Parque Natural del Barranco del Río Dulce, donde rodó sus famosos episodios sobre el lobo ibérico, para después deshacerlo e ir parando uno a uno en los lugares de interés, aunque por desgracia, casi nunca hay tiempo para verlo todo.















Mirador de Félix Rodríguez de la Fuente (Pelegrina)


Así que lo que era final o punto más lejano, se convirtió en inicio de nuestra exploración, y éste no fue otro que la histórica y emblemática población soriana de Medinaceli, no sin antes maravillarnos con lo que ibamos a ir viendo.
Nada más llegar a Medinaceli, la villa de la que dijo Gerardo Diego que era: “Una ciudad imaginaria plantada sobre la cima”, nos maravilló su emplazamiento, una especie de meseta en lo alto de un imponente cerro, con una fuerte pendiente hacia la actual carretera de Barcelona o Nacional II, y que dibuja el camino de lo que fue la importante calzada romana que unía la antigua Caesaraugusta (Zaragoza) con la que fue capital de los carpetanos, Toletum (Toledo), y donde el famoso arco romano de Medinaceli, cumplía como hito para marcar la división administrativa entre dos territorios del que fue antiguo imperio romano, y así por esta razón, estaba situado a la entrada de la ciudad, bien visible desde la calzada, pero,sobre todo era un símbolo de poder de éstos a las gentes autóctonas. Miguel de Unamuno dijo de él: "Este arco mira con ojos que son pura luz al paisaje planetario de estas tierras", y la verdad que contemplando los páramos sorianos desde lo alto de “La Ciudad del Cielo”, que es lo que significa en árabe Medinaceli, puedes creer que estás en una ciudad única en el planeta rodeada por la nada. Volviendo al arco romano, a mi personalmente me sorprendió su ubicación, siempre creí que estaba a las afueras de Medinaceli, en un lugar despoblado, como hito en mitad de un camino de lo que fuera una antigua calzada, pero al llegar a este municipio soriano, vimos que se encontraba justo en la población, a la entrada de la misma. Juan Diego fue el primero en advertirnos la presencia del arco, único en España, entre los romanos, por poseer tres arquerías, y justo ahí aparcamos el coche, para hacer un recorrido por la localidad y reponer fuerzas, pues se aproximaba la hora de comer, y los estómagos, como se suele decir, ya reclamaban sus derechos.

























Arco romano de Medinaceli ( S. I d. C.)















Callejeando por la villa, nos encontramos con la Colegiata, para después toparnos con su espaciosa Plaza Mayor porticada al estilo castellano, de la que dicen es una de las más bellas de la provincia. Haciendo un poco de historia del municipio, hay que decir, que su emplazamiento se entiende que fue el de la antigua Oscilis de los celtíberos, asentado en el cerro contiguo a poniente del Medinaceli actual, en la llamada Villa Vieja, luego tomada por el cónsul Marco Claudio Marcelo para Roma en el 153 a. C., el cual situó su campamento en el propio cerro de lo que llegaría a ser Medinaceli. La nueva villa fue amurallada, pasando a ser la Villa Vieja un barrio de la romana. Después de los romanos, vendrían los visigodos, para después llegar los musulmanes, con Muza y Tariq a la cabeza, y hacerse dueños de la que se vino a llamar Medinaselim, de donde el actual nombre y sus murallas medievales que son ya de cuando el caudillo y poeta musulmán Galib gobernó Medinaselim a mediados del siglo X, la época más gloriosa de la villa, durante el reinado de Abderramán III. Aquí cuenta la leyenda que murió el gran caudillo árabe Almanzor, pero no es nada más ni nada menos que eso, una leyenda. Alvar Fañez Minaya, tomó Medinaceli para los cristianos y el acontecimiento fue narrado en el mismísimo Cantar del Mio Cid. Pero tras este breve repaso a su larga historia, llegó la hora de la vianda y así muy cerca del arco romano, nos topamos con un bar donde degustamos unos torreznos impresionantes que nos estaban esperando sobre una bandeja y que nos recordó a los que sirven en el mesón de los Torreznos de nuestro barrio, donde curiosamente en su rótulo aparece dibujado el arco romano de Medinaceli, pues son originarios de aquellas tierras sus dueños. Hay que citar también el castillo de Medinaceli, completamente reconstruido sobre la originaria alcazaba árabe y separado de la población por el llamado Campillo del Castillo.














Plaza Mayor de Medinaceli (Soria)















Castillo de Medinaceli visto desde el "campillo" (Soria)


Tras la dicha reposición de energías, emprendimos el camino de vuelta sobre la misma carretera que nos llevó hasta Medinaceli, y que más que una carretera comarcal, parecía un camino vecinal o una pista en algunos de sus tramos, pero deliciosa para el caminante, pues son escasos los automóviles con los que se puede cruzar. Ésta lleva hasta el pueblo de Riba de Santiuste, ya en la provincia de Guadalajara, donde visitamos su vistoso castillo en un gran promontorio desde donde se contempla un extenso horizonte, pero antes teníamos prevista una parada en un lugar bastante desconocido, perdido por aquellas tierras, pero de gran importancia histórica y antropológica diría yo, el santuario de la Conquezuela. Primero habíamos pasado por un pueblo bastante pintoresco, Miño de Medinaceli, con casas en perfecta simbiosis con los roquedales del entorno y con una atalaya árabe de vigilancia, que avisaba por medio de señales visuales a la guarnición de Medinaceli de cualquier avistamiento en los valles cercanos, además de una necrópolis celtíbera que, por su puesto, habrá que visitar en otra ocasión.

















Miño de Medinaceli

Pero volviendo al Santuario de la Conquezuela, una buena explicación sobre este santuario la podemos encontrar en un diálogo que mantuvo Juan Ignacio Cuesta, posiblemente el mayor admirador de este lugar que seguramente existe, con Jesús Callejo en el programa radiofónico La Rosa de los Vientos de Juan Antonio Cebrián; ahí ponemos un fragmento de dicha conversación:

-Juan Ignacio Cuesta. Jesús, tú has estado conmigo en Conquezuela. Tús sabes perfectamente que aquel lugar no figura en ninguna guía nada más que en la de Ángel Almazán.
-Jesús Callejo. ¡Bueno, ya va figurando en más guías! ¡eh!
-Juan Ignacio Cuesta. ¡Hablame de Conquezuela!, ¿qué es aquello?, un santuario prehistórico lustral importantísimo....
-Jesús Callejo. Además tiene mucho que ver con la Silla de Felipe II, porque también era un ara de sacrificios..........(Conquezuela) es una zona geológica impresionante, que se ve que ha sido rehabilitada por distintas culturas de la prehistoria, entonces ahí hay todo lo que es un altar íbero (*celtíbero), un altar de sacrificios, además se ven los canalones donde transcurría la sangre, una escalera labrada en la piedra y después hay unas cuevas con unas "cazoletas" tremendas
-Juan Ignacio Cuesta. 2359 "cazoletas"
-Jesús Callejo. Es el lugar de España donde más cazoletas hay, y al lado, como no, para cristianizar ese lugar, también hay una ermita cristiana.
-Juan Ignacio Cuesta. Índalos bailando.
-Jesús Callejo. Por eso cuando ves todos estos tipos de elementos, paganos y cristianos, lo que hace muchas veces el cristianismo, es cristianizar los lugares de poder o de culto pagano, te está indicando ya, una clara simbología, de que ese lugar ha sido un lugar de culto, un lugar de rituales, entonces cuando ves tantas cazoletas, que siempre ha llamado mucho la atención porque tiene que ver mucho con el culto al agua, no obstante
-Juan Ignacio Cuesta.....había una laguna de 50.000 metros cuadrados, que se desecó en el año 52 (1952)


























....abundando en la laguna, diremos que tiene toda la pinta, por la dirección del canalón del altar de los sacrificios, de que los rituales eran en honor al dios (o a la diosa, como afirmó Juan Ignacio Cuesta) que habitaba en el fondo del lago según sus creencias, pues la sangre de la víctima era derramada en dirección a dicho lago, a día de hoy desecado, como bien afirman, para ganar tierras al cultivo en época franquista. Lo del sacrificio a la divinidad del lago, es muy probable, pues era una tradición muy extendida entre los pueblos de influencia celta, el divinizar los lagos con la figura de un dios o una diosa, de eso tenemos ejemplos, no solo en la cultura celta de la Península Ibérica, como pueden ser las creencias que dieron lugar a las Leyendas del Lago de Sanabria, sino sobre todo en las islas de Gran Bretaña e Irlanda, donde tenemos muchos ejemplos de ello. Éste, fue el lugar en el que más detenidamente paramos a disfrutarlo, es muy atrayente, y rápido se da cuenta uno de que el paraje fue un lugar de culto para distintos grupos de hombres y civilizaciones, y sigue siéndolo, pues todo los años se hace una romería a la ermita desde el pueblo de Conquezuela, así hay una fuente que parece de parque de ciudad y desentona un poco, unos banquitos y lo que está muy bien, una papelera para depositar la basura, por lo que el lugar está cuidado. En primer lugar contemplamos el altar de los sacrificios celta muy cercano a la carretera, donde claramente se aprecia la escalera que sube a lo alto del mismo y el canal por donde se derramaba la sangre de la víctima hacia lo que fue la laguna. Es bastante parecido al ara o altar de los sacrificios vetón conocido incorrectamente como la Silla de Felipe II, o al del castro de Ulaca en Solosancho (Ávila), aunque este último mucho más apreciable que los dos anteriores. Subiendo por el breve camino y dejando en la parte baja el altar rupestre llegamos a la ermita de la Santa Cruz pegada a un promontorio rocoso de cierta altura, y siendo una prueba más de la cantidad de lugares de culto pagano que han sido cristianizados. Al fondo, recogida nos encontramos una pequeña gruta, que toma el nombre también de la ermina, y así es conocida como la cueva de la Santa Cruz, que es lo más impactante y misterioso del lugar, justo a la entrada están los restos de una pequeña bóveda de cañón románica, en su interior al fondo, las filtraciones del agua han formado una especie de pila natural sobre la roca, donde se acumula el agua, y que es como un regalo de la naturaleza, agradecida por los cultos a ella practicados en dicho lugar. Justo a la izquierda de la pila natural nos encontramos algunos símbolos, como una cruz posiblemente dejada por un eremita y como no, una cantidad enorme de círculos, que nos llegamos a preguntar si eran naturales o hechos por el hombre, y que la consulta de este documento radiofónico nos ha sacado de dudas, son las conocidas como "cazoletas" que estaban relacionadas con el culto al agua. También, a la entrada de la cueva contemplamos una inscripción, que no logramos descifrar del todo. La pared de la cueva tenía un tinte verde fluorescente, por los líquenes y pequeños microorganismos que allí encuentran su hábitat y que contribuyen a embellecer la cavidad. Ahí permanecimos resguardados un buen rato del fuerte viento que hacía aquel día por aquellas tierras de dureza en lo climatológico, no obstante la altitud media de aquella comarca ronda los 1100 metros de altitud, y tras empaparnos del sosiego de aquel lugar de retiro, emprendimos la marcha hacia el Castillo de Riba de Santiuste ya citado, no sin antes reflexionar sobre como un lugar puede llegar a convertirse en sagrado para tan distintas culturas a lo largo de los siglos y milenios. Antes, tras dejar atrás primero el pueblo de Conquezuela y cruzar después la línea para entrar en la provincia de Guadalajara, vimos un pueblo fantasma, pues todas sus casas parecían abandonadas, aunque el nombre del pueblo sigue apareciendo en los mapas de carreteras como Torrecilla del Ducado. No paramos, pues la jornada iba pasando y aún nos quedaban bastantes cosas por ver, pero al descubrirlo a la ida, nos surgió la idea de darnos un paseo por sus calles abandonadas y contemplar lo que en años anteriores, antes del éxodo rural a las grandes ciudades, tuvo que ser un lugar habitado y con la misma vida sencilla que cualquier otro municipio de la comarca. El regusto romántico por lo ruinoso que hace que la imaginación juegue con el pasado y con recrear las vidas de las gentes que allí vivieron, siempre suele aflorar en estas situaciones.
El siguiente pueblo en cruzar fue Sienes, y ya llegamos a Riba de Santiuste, donde nos dirigimos directamente a través de un camino en rampa hacia el llamativo castillo en lo alto de un escarpado risco, tras cruzar, previamente, el pueblo y un vetusto puente sobre el río Salado, que a mano izquierda dejaba unas bonitas y apetecibles sendas para el caminante, con carteles explicativos del contorno. Desde lo alto del promontorio y dentro del castillo, sobre sus almenas, que eran visitables, la vista del valle era muy extensa, nos llamó bastante la atención la diferenciación entre el paisaje del levante, típico páramo castellano, y el de poniente, monte bastante boscoso, que se interna kilómetros y kilómetros sin población alguna a la vista en dicha dirección.
























El castillo, de origen árabe, pasó a manos cristianas, perteneciendo más tarde a los obispos seguntinos para después ir perdiendo importancia estratégica e ir cayendo en la ruina. Más tarde, en el Siglo XV fue reconstruido, para más tarde, con las guerras napoleónicas volver a quedar destruido. En la actualidad, gracias a una restauración privada ha salido de su estado de ruina.
Tanto en el cerro del castillo, como en los alrededores se han encontrado restos de distintas épocas. En las dos fotografías aéreas siguientes podeis ver las distintas zonas delimitadas de las distintas épocas y distintas poblaciones:


















A. Diversos habitat (rupestre celtibérico; visigodo; islámico primitivo) en torno al castillo, sobre todo en laderas norte y oeste
B. Cerro del Castillejo (¿visigodo y después islámico?)
C. La villa de la Riba
D. Asentamiento celtibérico
E. Cerro de la Horca o del Ahorcado

En Riba de Santiuste fueron muy importantes sus salinas del río Salado, hoy en día abandonadas, y dicha fortificación ejercía un control sobre el lugar, pues como ya se sabe, en aquellos años, la sal era un bien muy preciado. Así hablando de salinas llegamos ya a Imón, en ese camino de regreso a Sigüenza y al Parque del Barranco del río Dulce, donde empieza y termina nuestro camino, sino contamos ya el trayecto convencional de vuelta a casa por la Nacional II, aunque tampoco es para deshechar dicho trayecto, pues podemos ver de pasada alguna maravilla, como el bonito castillo de Torija, o las estribaciones, a nuestra derecha, del sistema Ibérico que se unen al Sistema Central, y que con el sol vespertino de marzo, tomaban un tinte casi místico se puede decir, grandes maravillas hay entre las dos mesetas, sí señor.
Imón lo descubrimos por equivocación se puede decir, fue en el camino de ida a Medinaceli, tomamos la carretera que sale de Sigüenza en dirección a Riba de Santiuste, y creyendo que continuabamos por ella, lo que hicimos sin embargo fue tomar la que iba hacia Atienza, con Imón a poco menos de 2 kilómetros del cruce de caminos, donde gracias al mapa de carreteras vimos que nos habíamos equivocado. Pero, bendita equivocación se puede decir, vimos un complejo salinero que nos llamó mucho la atención, "¿salinas en plena meseta?", fue lo que nos preguntamos, así que luego uno documentándose para este articulillo, se dio cuenta de que fue hasta hace muy poco, hasta 2002 que se abandonó dicha explotación, el más importante lugar de extracción de sal continental de la península. El lugar, según cuentan los geólogos, miles y miles de años, estuvo bajo las aguas del océano, y de ahí su riqueza en cloruro sódico. Fue Carlos III quién comenzó la producción a gran escala y quien impulsó la construcción de toda la infraestructura necesaria, como almacenes, canales, albercas, etc. Todo ésto hizo que el pueblo adquiriera gran población y riqueza para las gentes que hicieron fortuna, naturalmente no serían todas como suele ser por desgracia, y se levantaron en Imón, incluso bonitas mansiones. Hay alguna referencia para creer que las salinas se construyeron sobre el siglo X, y fue ya en el siglo XX, con la puesta en marcha de otros centros, como las Salinas de Torrevieja (Alicante), cuando estas salinas entraron en decadencia. Verdaderamente el río Salado hizo honor a su nombre.

















Salinas de Imón, Guadalajara

Pero esto, como hemos dicho, fue a la ida, ahora, volviendo de Riba de Santiuste, dejamos Imón a la derecha, para 14 km. más adelante encontrarnos con una estampa impresionante de Sigüenza iluminada con el sol de la tarde y con sus dos más importantes emblemas destacando por encima del resto, el castillo en lo alto, y más abajo la majestuosa catedral, que parece otra fortaleza con sus torres almenadas, y con un monte boscoso de telón de fondo, lástima no llevar una cámara de fotos, así que hemos suplido la carencia de instantáneas con fotos tomadas de la red, que espero no moleste su uso a los propietarios de las mismas, y más cuando uno no saca nada de esto, nada más que el goce de recordar bonitas visitas en compañía de grandes colegas, término que usamos los de barrio para designar a los amigos, aunque esta explicación esté de más. En Sigüenza tocaba de nuevo lo gastronómico, y para continuar con la cultura del cerdo, el Juandi y yo compartimos un bocata de oreja como buenos hermanos y nos trincamos medio cada uno. Salimos felices con la cerveza y el bocata en nuestros estómagos, aunque él creo que le dio al refresco más comercializado del mundo, que no el Toni, y nos dirigimos hacia la catedral. La verdad que muy religiosos o muy católicos, mejor dicho, no somos, pero esta visita es obligada y no ya solo por lo artístico o histórico, sino por lo especial, y volvemos a lo mismo que en la Conquezuela, que tiene un lugar que ya fue santuario para los autóctonos celtíberos seguntinos, esos celtíberos que fueron los primeros en tener un choque bélico directo con los romanos, que ya se aventuraban como dominadores del mundo conocido en aquellos tiempos. Un tal, Bernardo de Agén, monje y guerrero, que además fue el primer obispo de Sigüenza, mandó construirla a su dictado sobre lo que fue, bastantes siglos antes, santuario pagano, tanto para celtíberos primero, como para romanos después en forma de templo antes de que el cristianismo pasase a ser la religión oficial del imperio. Esa dualidad de monje-guerrero de Bernardo Agén, se dejó notar en el aspecto rudo de sus piedras y las torres almenadas que hemos mencionado, que más que un lugar de culto, podría parecer una fortaleza defensiva, donde queda clara la belicosidad de aquellas tierras en tiempos pasados. Del románico cisterciense en que se comenzó a construir, se pasó al protogótico bajo el obispo Cerebruno, agotados ya los tiempos de guerra.














Destaca la altura de la nave central, de veintiocho metros dicen, el rosetón románico de doce radios y las vidrieras laterales a la misma, que vimos iluminadas con la luz de poniente y la sacristía Mayor, conocida como "de las cabezas" una sala del Siglo XVI con bóveda de cañón en la que están labradas 304 cabezas diferentes de gran tamaño y alrededor de tres mil más pequeñas, que parecen retrotraernos a las épocas ancestrales del santuario, a la conocida cultura céltica de las cabezas cortadas. Pero la fama universal de esta catedral se la lleva una escultura funeraria, el sepulcro del "Doncel de Sigüenza", donde supuestamente se encuentran los restos de un noble seguntino del S. XV, Martín Vázquez de Arce, que siendo muy joven murió en la guerra de Granada en 1486, y su familia quiso rendirle honores encargando una obra de arte de tal calibre, a un autor del que no se conoce su nombre. A Juan Diego le impresionó por ser la primera vez que la contemplaba, aunque la misma no deja de estremecer a los visitantes que repiten, entre los que nos encontrabamos los dos argantonios. Muchos dicen de ella ser "la estatua más bella del mundo" y como tal ha conmovido a escritores, filósofos y artistas, a través de una figura que parece llena de vida y melancolía; yo no se si será para tanto, no soy quién por ignorancia del asunto para calificarlo, pero si que llama la atención este sepulcro. En la primera imagen que he encontrado no se ven los detalles, pero en la segunda, de la página oficial del ayuntamiento de Sigüenza, se le ven hasta las venas de la mano:











La pared meridional de la catedral hace de lado del cuadrado de la Plaza Mayor de Sigüenza, que con los estandartes que tienen a modo decorativo en los balcones sobre los soportales parece que vas como espectador a un torneo medieval, como si de un estadio de fútbol actual se tratase en otros tiempos, con los distintos colores y figuras de los distintos estandartes animando a sus participantes.














Plaza Mayor de Sigüenza, Guadalajara

En la Plaza Mayor, se encuentra una de las puertas que te hacían salir del recinto amurallado, la Puerta del Toril, donde cruzando un puente sobre un arroyo que lleva sus aguas al río Henares, que a su vez baña la parte baja de Sigüenza, pocos kilómetros más abajo de su nacimiento, te sitúas en un pequeño merendero que hace de excelente mirador al perfil de Sigüenza, es otra de las fantásticas vistas de la silueta de esta ciudad. Desde ahí contemplamos en lo alto, donde el primitivo castro de, los celtíberos arévacos, Kaisesa, el castillo de Sigüenza.













Castillo de Sigüenza, Guadalajara

La primera fortaleza fue levantada por los visigodos, para después en época árabe pasar a ser una alcazaba y más tarde, la residencia de los poderosos obispos seguntinos, que junto con la también poderosa familia de los Mendoza, trajo unos siglos de prosperidad cultural a la ciudad, del siglo XIV al XVII, hasta su declinar en el XVIII, así el Palacio Episcopal fue sede de la Universidad de Sigüenza, fundada en el año 1477, hoy en día dependiente de la Universidad de Alcalá de Henares y donde se celebran sobre todo cursos de verano. En aquellos siglos de prosperidad, por lo visto, la villa fue un punto de encuentro de intelectuales, artistas y eruditos.
Para terminar con Sigüenza, vamos a poner unas palabras de la Enciclopedia "Pueblos de España" de Ediciones Rueda, que la definen muy acertadamente:

"Sigüenza es el exponente más clásico de ciudad castellana medieval, de estirpe guerrera pero con apacible silencio de claustro. Entre sus muros se respira el sagrado perfume de sus doncellas y el glorioso pasado de sus aguerridos héroes, y al andar por sus calles el efecto no sólo no se desvanece, sino que, por el contrario, su arquitectura grandiosa y severa, en perfecta armonía con la imponente mole de la Alcazaba y con su insigne Catedral, refuerza esta imagen indeleble que tiene Sigüenza."

Tras visitar Sigüenza, se nos hizo tarde para volver de nuevo a Pelegrina y recorrer una de las partes más bonitas del Parque Natural del Barranco de Río Dulce, la hoz de Pelegrina y que así pudiera disfrutarla Juan Diego, que aún no la conocía de lleno, paseando por el camino que la bordea entre alemedas, huertas y cortados, pues ya la había contemplado desde las alturas por la mañana sobre el mirador ya mencionado de Félix Rodríguez de la Fuente. Sí pudimos ver lo que queda del castillo de Pelegrina, residencia estival antaño para los obispos de Sigüenza. Queda pendiente para otra ocasión, y así lo hablamos, para que disfrute de esta ruta. En otra ocasión también para los dos argantonios nos queda pendiente en dicha zona, encontrar la ubicación de la roca de la luna, pues crece sobre ella una especie de musgo endémico de color blanco y toma la forma de una media luna, de la que nos habló un amable lugareño en la anterior visita al lugar, además del castro arévaco de Los Castillejos, que no vimos en la anterior visita, porque el poblamiento celtibérico que sí contemplamos, y donde me llevé un buen picotazo de abeja de recuerdo, era otro y no el más estudiado de Los Castillejos.














Pelegrina















Hoz de Pelegrina, Parque Natural del Barranco del Río Dulce


Además nos queda pendiente también el recorrido del parque natural hacia los pueblos de La Cabrera y Aragosa.
Esta provincia de Guadalajara, al igual que su vecina soriana tienen mucho que ver, así que nos queda trabajo o más bien recreo pendiente para otras ocasiones. En este viaje por ejemplo nos quedamos muy cerca de poblaciones como Atienza, que aún no conocemos, o como Jadraque o Hita, que igualmente quedan por esa zona. Bueno, como dice el conejo de la Warner, eso es todo amigos, y si no conoceis estas comarcas, no dudeis en pasaros, vais a disfrutar; uno al que no le paga nadie por decir esto.
Hasta la próxima.

P.D. Ahí os dejamos unas rutas para hacer por el Valle de Ambrona, el que se extiende desde Medinaceli, por Miño de Medinaceli y Conquezuela (*Un dato importante, la Sierra Ministra, al borde de este valle, separa la cuenca del Tajo al oeste, de la del Duero y el Ebro al este):



























Y no dejeis de visitar esta web sobre este valle, muy buena: