viernes, noviembre 09, 2007

Necrópolis de Sieteiglesias, Cueva del Reguerillo, Patones...

Muchas maravillas son las que se puede encontrar uno por la comarca de la Sierra Norte madrileña, la que siempre se conoció como la sierra pobre, que de pobre nada en cuanto a riqueza natural y cultural. Lo que en esta entrada vamos a describir es sólo una pequeña parte, aunque eso sí, muy especial. Son unas cuantas veces las que hemos ido al pantano del Atazar, el más grande de la provincia de Madrid, a alquilar piraguas y kayaks a un centro recreativo conocido como Juan Gil, muy alejado de lo convencional en este tipo de negocios y donde, después de darle al remo, te puedes tomar una jarra de cerveza que te sabe a auténtico néctar de los dioses, contemplando unas puestas de sol espléndidas. El lugar se encontraba cerrado, no sabemos si por estar entrando en temporada baja o por dejadez del negocio, pues aunque hace tiempo que no andabamos por este sitio, sí recordamos haberlo encontrado abierto por estas fechas en otras ocasiones y eso nos produjo el temor de que haya sido el cierre del mismo y no otra cosa lo ocurrido. Esperemos que no, el sitio merece mucho la pena.






Panorámica del pantano del Atazar desde lo que se conoce como 'Las Conveniencias de Buitrago", al fondo se puede ver el municipio que da nombre al pantano, El Atazar. La jara, por estos contornos, es abundante y su olor fabuloso.

Antes de pasar por el pantano del Atazar, (que por cierto, estaba con un nivel muy alto de agua) y disfrutar de las vistas de su entorno, donde estás a caballo entre las provincias de Guadalajara y Madrid, descubrimos una auténtica joya arqueológica por pura casualidad. Tras pasar por Torrelaguna, municipio más importante de la comarca junto con Buitrago del Lozoya, posiblemente el Litabrum citado por Tito Livio, y que merecen un capítulo aparte, decidimos no ir directamente hacia Patones y El Atazar, sino visionar primero otras poblaciones serranas camino de Buitrago, como El Berrueco y Sieteiglesias. En esta última, pedanía de Lozoyuela, descubrimos que su única iglesia (su toponímia no se ajusta a la realidad, suponemos que derivará del mito bíblico de las siete iglesias, así nos encontramos más localidades por tierras ibéricas como Siete Iglesias de Trabancos, en Valladolid, o Siete Iglesias de Tormes en Salamanca), se encontraba sobre un gran roquedal, compacto todo él, que nos sorprendió gratamente. Así decidimos contemplar de cerca el lugar, con la sorpresa de descubrir una necrópolis medieval que rodeaba la iglesia llamada de San Pedro Apóstol.








El paraje es sobrecogedor, tiene el auténtico tinte sagrado que parece transportate a periodos precristianos donde lo rupestre era sinónimo de lo espiritual, y aunque la necrópolis dicen unos que es de época visigoda y otros obra de los repobladores cristianos, se pueden ver rocas con grabados en forma de cazoletas más propias de periodos anteriores. Es una opinión personal, y por supuesto nada científica, la de pensar que pudo existir una superposición de culturas y distintas creencias, como ha ocurrido en muchos otros sitios de tinte espiritual. El berrocal es de lo más llamativo y el paisaje de los contornos, con las sierras de horizonte y el pico la Miel como protagonista, contribuye a dar un toque muy especial a este lugar. Si algún día andais de paso por estas tierras, entre la visita a Buitrago, Montejo de la Sierra, Patones, Torrelaguna..., no dejeis de visitar esta necrópolis. La pasarela sobre las tumbas estaba cerrada, así que nos tuvimos que conformar con observar el recinto a la distancia, salvo en la fachada oriental de la iglesia, donde se estaban descubriendo nuevas tumbas que podreis ver en alguna de las fotos que hicimos. En una de ellas se puede ver un esqueleto, que por su escaso tamaño, parece pertenecer a un niño. Luego en un pequeño fundo con una vivienda muy cerca, había una roca labrada que me traía reminiscencias de esos santuarios de época celtibérica y romana diseminados por la Península Ibérica.














Una vez salimos de Sieteiglesias, hay que destacar las torres de vigía y atalayas que se encuentran en esta comarca. Nosotros en este recorrido vimos la atalaya defensiva árabe de Torrepedrera y, ya de época más tardía, en concreto del S. XVI, la torre de Mirabel. De las primeras podemos decir que hay una red en la comarca, que estaría incluida dentro de la red de atalayas árabes de la Marca Media, antemuro defensivo del reino árabe toledado. El puerto de Somosierra, como lugar de procedencia de las tierras segovianas en manos cristianas por aquellos tiempos de construcción de estas atalayas, se encontraba muy cerca y así los árabes construyeron estas torres a distancias no superiores entre sí a lo permitible para poder comunicarse con señales visuales a la distancia, usando el fuego como elemento principal de comunicación. En cuanto a la segunda, la de Mirabel, surgió por no pocas disputas que hubo entre el señorío de Buitrago, donde se construyó esta torre, y el de Uceda. Con esta torre se pretendía, por tanto, vigilar las dehesas de posibles furtivos, tenía un carácter disuasorio.














Torre de Mirabel

Antes de hacer un pequeña incursión a la tan explorada Cueva del Reguerillo, hicimos una visita a la primera obra decimonómica del Canal de Isabel II, la presa del Pontón de la Oliva, hoy en día en desuso. Es un lugar bien conocido por todos los excursionistas de la zona centro peninsular. Ahí, en el Cerro de la Dehesa de la Oliva, que da nombre a la propia presa, se encuentra horadando su interior, con sus más de 10.000 metros de galerías, la propia Cueva del Reguerillo, y en lo alto del cerro, el castro carpetano que toma el nombre del propio cerro y en el que se han documentado varios tramos de murallas y viviendas de mampostería.








El Pontón de la Oliva y el cerro del que toma el nombre

El Castro de la Dehesa de la Oliva


En la propia cueva existen la únicas pinturas rupestres paleolíticas de la Comunidad de Madrid. Nos adentramos en la misma, no muy preparados con material de espeleología, simplemente con unas linternas, pero nuestro recorrido se iba a limitar únicamente al primer piso de los tres que tiene esta cueva, hasta el que se conoce como el paso del tablón, llamado así por un tablón que servía para superar una caída en el recorrido y que ya no existe. Esta cueva fue citada por Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar en 16 volúmenes publicados entre 1845 y 1850, como la Cueva del Requesillo. Poco más tarde, en 1864, fue descrita por Casiano de Prado en su "Descripción física y geológica de la Provincia de Madrid", aunque, hasta la década de los cincuenta del siglo pasado, no se conocía nada más que el primer piso, el que nosotros visitamos. Fue excavando en dichos años cincuenta, a cargo de un grupo perteneciente al Club Alpino Español y a la Escuela de Ingenieros de Caminos, como se abrió paso a los dos nuevos pisos de galerías, donde se hallaron huellas fosilizadas del "oso de las cavernas" y restos de utensilios prehistóricos, así como pinturas rupestres, las únicas halladas hasta el momento en la provincia de Madrid. La verdad que los argantonios estamos últimamente muy cavernarios y, al igual que en la Cueva de Montesinos, volvimos a tener esa sensación atemporal que el interior de la Tierra parece producir en los mortales. No me canso de repetirlo, es un auténtico viaje al más antiguo de nuestros hogares, dejando al margen el medio árboreo del que fuimos apartados, la expulsión del Edén que dirían los antropólogos, y por supuesto el origen acuático de la vida, que ya nos pilla bastante lejos, pero que no deja de ser nuestro nexo en común a toda la materia viva de este planeta.







Vista al fondo del valle desde la entrada a la Cueva del Reguerillo

Chorrera dentro del primer piso de la cueva


Volviendo a lo mundano, nuestro estómago nos iba demandando sus derechos y así nos dirigimos a Patones de Abajo a disfrutar de la vianda en un bar donde, a modo de pequeña exposición fotográfica, reunía unas cuantas instantáneas muy llamativas, en una de sus paredes, de la Cueva del Reguerillo (del Requesillo para Madoz, como se ha dicho, que bastante bien nos hubiera venido en esos momentos) . Patones de Abajo se creó en los años treinta por los propios vecinos del de Arriba, el genuino, buscando un sentido más práctico. Así se encontrarían, a partir de ese momento, en la zona más llana de la vega y junto a la carretera de Torrelaguna, quedando Patones de Arriba, abandonado prácticamente. Más tarde, sobre todo a partir de la década de los setenta, comenzó a resurgir el pueblo a través, según cuentan, de un francés muy visionario en esto de los negocios turísticos, el cual adquirió, olfateando su futuro desarrollo por lo singular del lugar, gran parte del pueblo que se encontraba prácticamente abandonado, siendo el más lejano antecedente en estos contornos del próspero turismo rural que tan desarrollado y común es para nuestros tiempos actuales. El pueblo empezó a tener restaurantes, se empezaron a restaurar sus casas de pizarra negra y así hasta nuestro días, donde el pueblo ha llegado a cotas prohibitivas en cuanto a precios se refiere. Todo ello hace que sea difícil contemplar este pueblo con el sosiego que seguramente tuvo durante siglos, pese a su pequeño tamaño, pero si se apura un poco, por ejemplo un domingo cualquiera como nosotros hicimos, el caserío empieza a liberarse de visitantes y se pueden comenzar a saborear sus callejuelas estrechas empinadas de una manera más genuina. En el pueblo han sabido explotar bastante bien la historia del "Rey de Patones" y así, según la tradición, se dice que: " Patones fue un pueblo de origen visigodo que, cuando los árabes invadieron la península en el S.VIII, quedó aislado en estas montañas del Sistema Central manteniendo la tradicional monarquía goda de régimen hereditario gobernada por un rey denominado "Rey de los Patones" que perduró hasta el S.XVIII." Todo esto, por supuesto, no es cierto. Patones aparece por primera vez documentado en 1557, como pedanía de Uceda, el pueblo tan cercano, ya alcarreño. Su nombre proviene de "los hermanos Asenjo Patón, Pedro Patón y Juan Patón, vecinos de Uceda en 1527, que poco después deciden instalarse en una estrecha garganta a la que su apellido dio nombre." (todas estas notas entrecomilladas han sido sacadas de una intervención de la gran arqueóloga e historiadora Alicia M. Canto en celtiberia.net, que a su vez extrae de la documentación histórica). En cuanto a la existencia de los reyes de Patones, continua diciendo Alicia M. Canto, "parece cierto, aunque la 'monarquía patónica' sólo duró de 1653 a 1737."
Está claro que este pueblo no quedó inédito ni para los musulmanes, ni para las tropas napoleónicas, como se dice. El pueblo está escondido en una garganta, pero no lo suficientemente aislado y muy cerca del valle del Lozoya y del Jarama, además del arroyo de San Román, como para que no se supiera de la existencia de estos lugareños. Además que, ya se sabe que donde hay fuego, hay humo, y éste siempre es delator para el hombre. El no haber sido ocupado el lugar ni por 'moros' ni por 'franceses' más bien sería por el escaso interés que éstos tendrían en dicha aldea serrana.








Y hasta aquí este modesto relato argantoniano. Ahí os ponemos un enlace a una galería de fotos de aquel día:

http://www.galeria3argantonios.galeon.com/sierranorte/sierranorte.html

Un saludo amigos y disfrutad de esta comarca cuando podais, merece la pena.

P.D. Ahí va la página oficial de la comarca de la Sierra Norte madrileña:

http://www.sierranorte.com


3 Comments:

Blogger Ermengardo II said...

De Patones tuve noticia por un libro de Caro Baroja, esctito seguramente en la epoca en que estaba despoblado. Habla del último rey de Los Patones que se ganaba la vida vendiendo cargas de leña en los pueblos de los contornos. Estuve por alli hace unos años y fue bastante decepcionante encontrarme con toda aquella infraestructura turística en el fin del mundo. Es que no respetamos nada, eh.

4:22 p. m.  
Blogger ABRAHAM LÓPEZ MORENO said...

Buen artículo y buenas fotos, amigo. Felicidades y saludos desde Jaén.

5:13 p. m.  
Blogger Argantonios said...

Un saludo a los dos, un honor teneros por aquí, nunca me cansaré de felicitaros por vuestras páginas. Lo de Patones sí que ha perdido su esencia totalmente, tiene el lado positivo de que muchas casas en ruinas se están reconstruyendo, pero se ha montado un pequeño Torremolinos rural que se aleja un poco de lo que debería ser en mi opinión aquello. Hay otros pueblos muy bonitos por aquella zona, como Montejo (famoso por el hayedo que hay en su término municipal, el más meridional de Europa, según dicen) y que también están tomando bastante infraestructura turística, pero afortunadamente siguen manteniendo su esencia como pueblos de momento.
Un abrazo y saludos para Cazorla y Berlanga de Duero.

11:08 a. m.  

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