Parque Natural Sierra de la Estrella
Hola un día más. Haciendo hincapié en nuestra vocación de iberistas, hoy vamos a adentrarnos en el país vecino, ya que nuestro blog no hace caso alguno a la frontera entre los dos estados oficiales que en la actualidad ocupan la totalidad del territorio de la "piel de toro". A continuación pongo un artículo que he encontrado en una web de viajes sobre el parque natural da Serra da Estrela, la que dicen fue patria de uno de los grandes héroes de la Iberia antigua, el valeroso Viriato, pues según parece el guerrero lusitano que, tan en jaque puso a las legiones romanas, fue oriundo de esta sierra, aunque otros autores también lo situan en la Beturia de la baja Extremadura. Lo que parece segura es su filiación, perteneciente al pueblo de los lusitanos. Esperamos en un futuro poder hacer una visita a este lugar y poder compartir con todos vosotros, en este blog o tomando una cerveza con tapa si puede ser, nuestras impresiones en una futura y propia narración. Un saludo amigos y deciros que en cuanto tenga un rato, espero narrar algo de Sigüenza y sus alrededores, en concreto el Parque Natural de los Barrancos del Río Dulce a la altura de la pedanía de Pelegrina, donde la semana pasada, los dos "argantonios" repetimos visita.
Cerca de la frontera española se extiende el Parque Natural da Serra da Estrela, una vasta extensión repleta de elevadas montañas, casi siempre cubiertas de nieve, donde se encuentra el “techo” de Portugal. Pueblos pequeños, calles empedradas y ese sabor de lo auténtico... Su famoso queso de la Sierra, con denominación de origen, y los perros autóctonos que todavía protegen los rebaños dan un encanto especial a esta ruta.
Cruzando la frontera por Vilar Formoso, llegamos a Guarda, desde donde giramos al sur, por la EN-18, para llegar a Covilha, la puerta de entrada a la Sierra de la Estrella. Enseguida comprendemos que el silencio se adueña de estos territorios de costumbres arraigadas. Las curvas nos avisan de la proximidad de Covilha, ciudad que aún conserva parte de sus murallas medievales.
La huella de los judíos se aprecia en el casco medieval de Covilha, así como la de los cristianos en las bellas iglesias de la Concepción y el Santo Cristo, donde el gótico y el románico adquieren singular protagonismo. Sin embargo, Covilha también pide la palabra por tener un importante complejo turístico de deportes de invierno y una riquísima industria lanar. Los almendros y los perales nos despiden de la ciudad.
A través de una pequeña carretera, la E-339, con muchas revueltas a izquierda y derecha, empezamos a adentrarnos en el macizo de la Sierra de la Estrella. Muy pronto, a la derecha del asfalto se pueden apreciar las pistas de esquí de la cima de Curral do Vento y a través de una carretera por donde parece imposible conducir llegamos al desvío de Manteigas.
En la carretera hacia Manteigas encontramos las cascadas de Candieira, donde el agua cae salvajemente. Pero, en realidad, esta carretera sigue el curso del valle glaciar del río Zêzere, que todavía es un hilo de agua pero donde el hielo ha originado un bello paisaje poblado por retamas y piornos. Manteigas es el típico pueblo de montaña, por el que el río pasa rápido sobre un lecho de granito dibujando esbeltas curvas. Desde Manteigas podemos acercarnos, por la carretera que va a Vale da Amoreira, a las cascadas del Poço do Inferno, donde el agua cae por un valle muy estrecho que está rodeado de una subyugadora vegetación.
Las Caldas de Manteigas, con sus aguas medicinales, son perfectas para descansar después de todo un día conduciendo. Pero la ruta no termina aquí y por eso volvemos a atravesar, en sentido inverso al de la ida, el valle glaciar del Zêzere para ascender hasta la cima de Estrela. Con 1.993 metros de altitud, éste es el pico más elevado de Portugal y un destino perfecto para contemplar las nevadas cumbres que se dejan ver en el horizonte del Parque Natural.
Después, atravesamos verdes valles que encajonan una carretera que nos lleva hasta Sabugueiro, que es la aldea habitada de mayor altitud de Portugal. Aquí giramos para llegar a Seia, población que en su día fue refugio de Viriato y que se enorgullece de tener la bella capilla románica de San Pedro. Seia también nos sorprende por tener un entorno lleno de cuevas y miradores, además de ser perfecto para pescar truchas.
La parte final de nuestra ruta por la Sierra de la Estrella nos lleva hasta Gouveia, conduciendo siempre por una angosta carretera, la E-232, que está custodiada por altas cumbres que nunca bajan de los 1.000 metros. La velocidad aquí no es buena consejera. En Gouveia, los verdes prados que rodean a la población dan un esplendor especial a las casas señoriales manuelinas que pueblan el casco histórico. Ahora que ya ha terminado la ruta, damos buena cuenta de un sabroso cabrito asado. Para reponer fuerzas.
Cerca de la frontera española se extiende el Parque Natural da Serra da Estrela, una vasta extensión repleta de elevadas montañas, casi siempre cubiertas de nieve, donde se encuentra el “techo” de Portugal. Pueblos pequeños, calles empedradas y ese sabor de lo auténtico... Su famoso queso de la Sierra, con denominación de origen, y los perros autóctonos que todavía protegen los rebaños dan un encanto especial a esta ruta.
Cruzando la frontera por Vilar Formoso, llegamos a Guarda, desde donde giramos al sur, por la EN-18, para llegar a Covilha, la puerta de entrada a la Sierra de la Estrella. Enseguida comprendemos que el silencio se adueña de estos territorios de costumbres arraigadas. Las curvas nos avisan de la proximidad de Covilha, ciudad que aún conserva parte de sus murallas medievales.
La huella de los judíos se aprecia en el casco medieval de Covilha, así como la de los cristianos en las bellas iglesias de la Concepción y el Santo Cristo, donde el gótico y el románico adquieren singular protagonismo. Sin embargo, Covilha también pide la palabra por tener un importante complejo turístico de deportes de invierno y una riquísima industria lanar. Los almendros y los perales nos despiden de la ciudad.
A través de una pequeña carretera, la E-339, con muchas revueltas a izquierda y derecha, empezamos a adentrarnos en el macizo de la Sierra de la Estrella. Muy pronto, a la derecha del asfalto se pueden apreciar las pistas de esquí de la cima de Curral do Vento y a través de una carretera por donde parece imposible conducir llegamos al desvío de Manteigas.
En la carretera hacia Manteigas encontramos las cascadas de Candieira, donde el agua cae salvajemente. Pero, en realidad, esta carretera sigue el curso del valle glaciar del río Zêzere, que todavía es un hilo de agua pero donde el hielo ha originado un bello paisaje poblado por retamas y piornos. Manteigas es el típico pueblo de montaña, por el que el río pasa rápido sobre un lecho de granito dibujando esbeltas curvas. Desde Manteigas podemos acercarnos, por la carretera que va a Vale da Amoreira, a las cascadas del Poço do Inferno, donde el agua cae por un valle muy estrecho que está rodeado de una subyugadora vegetación.
Las Caldas de Manteigas, con sus aguas medicinales, son perfectas para descansar después de todo un día conduciendo. Pero la ruta no termina aquí y por eso volvemos a atravesar, en sentido inverso al de la ida, el valle glaciar del Zêzere para ascender hasta la cima de Estrela. Con 1.993 metros de altitud, éste es el pico más elevado de Portugal y un destino perfecto para contemplar las nevadas cumbres que se dejan ver en el horizonte del Parque Natural.
Después, atravesamos verdes valles que encajonan una carretera que nos lleva hasta Sabugueiro, que es la aldea habitada de mayor altitud de Portugal. Aquí giramos para llegar a Seia, población que en su día fue refugio de Viriato y que se enorgullece de tener la bella capilla románica de San Pedro. Seia también nos sorprende por tener un entorno lleno de cuevas y miradores, además de ser perfecto para pescar truchas.
La parte final de nuestra ruta por la Sierra de la Estrella nos lleva hasta Gouveia, conduciendo siempre por una angosta carretera, la E-232, que está custodiada por altas cumbres que nunca bajan de los 1.000 metros. La velocidad aquí no es buena consejera. En Gouveia, los verdes prados que rodean a la población dan un esplendor especial a las casas señoriales manuelinas que pueblan el casco histórico. Ahora que ya ha terminado la ruta, damos buena cuenta de un sabroso cabrito asado. Para reponer fuerzas.
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